lunes, 19 de octubre de 2009

Cuatro Infinitos/ Lao Tse

Antes de que existiese el Mundo
Estaba el Misterio:
Silencioso, sin fondo,
Solitario, inmutable,
En todas partes y siempre en movimiento,
La Madre del Mundo.
No conozco su nombre, por lo que le llamo Tao;
No conozco su límite, por lo que le llamo Infinito.

Siendo infinito, fluye para siempre,
Fluyendo para siempre, vuelve a Sí Mismo.

Uno Mismo sigue el camino del Mundo;
El Mundo sigue el camino de la Naturaleza;
La Naturaleza sigue el camino del Tao;
El Tao es el Camino.

Tao es infinito,
por tanto la Naturaleza es infinita,
por tanto el Mundo es infinito,
por tanto Uno Mismo es infinito.
Son cuatro Infinitos,
Y el Yo es uno de ellos.

http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A0o_D%C3%A9_Jing

En el principio de la Historia

Ἡροδότου Ἁλικαρνησσέος ἱστορίης ἀπόδεξις ἥδε, ὡς μήτε τὰ γενόμενα ἐξ ἀνθρώπων τῷ χρόνῳ ἐξίτηλα γένηται, μήτε ἔργα μεγάλα τε καὶ θωμαστά, τὰ μὲν Ἕλλησι τὰ δὲ βαρϐάροισι ἀποδεχθέντα, ἀκλεᾶ γένηται, τά τε ἄλλα καὶ δι' ἣν αἰτίην ἐπολέμησαν ἀλλήλοισι.


Heródoto de Halicarnaso presenta aquí las resultas de su investigación para que el tiempo no abata el recuerdo de las acciones de los hombres y que las grandes empresas acometidas, ya sea por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también razón del conflicto que puso a estos dos pueblos en la lid.


http://es.wikipedia.org/wiki/Her%C3%B3doto

miércoles, 14 de octubre de 2009

Lecturas posibles

• Viajes con Heródoto de Ryszard Kapuscinski (Anagrama)
• Fedro o de la belleza de Platón (Ediciones Clásicas)
• Edipo Rey de Sófocles (Ediciones Clásicas)
• Lisístrata de Aristófanes (Ediciones Clásicas)
• Romeo y Julieta de William Shakespeare
• Antología de poesía de Renacimiento, Barroco y Romanticismo
• El jugador de Fiodor Dostoievski
• Antología de literatura y manifiestos de vanguardia
• Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche
• La metamorfosis de Franz Kafka
• Ficciones de Jorge Luis Borges
• El perseguidor de Julio Cortázar
• Vacío perfecto de Stanislav Lem
• La perla y otros cuentos de Yukio Mishima
• Espera a la primavera, Bandini de John Fante
• Sonetos a Orfeo de Rainer María Rilke
• Poeta en Nueva York de Federico García Lorca
• Sputnik, mi amor de Haruki Murakami
• La muerte de Sócrates de Bertolt Brecht
• Diario de un seductor de Sören Kierkegaard
• El mundo de Sofía de Jostein Gaarder
• Selección de textos de Homero (Ilíada y Odisea), Hesíodo, Aristóteles (Poética), Ovidio (Metamorfosis), Horacio, Virgilio, Séneca, Agustín de Hipona, etc.

sábado, 3 de octubre de 2009

HOMERO, Ilíada. Canto XVIII

Así dijo; y negra nube de pesar envolvió a Aquiles. El héroe cogió ceniza con ambas manos, derramóla sobre su cabeza, afeó el gracioso rostro y la negra ceniza manchó la divina túnica; después se tendió en el polvo, ocupando un gran espacio, y con las manos se arrancaba los cabellos. Las esclavas que Aquiles y Patroclo habían cautivado salieron afligidas; y, dando agudos gritos, fueron desde la puerta a rodear a Aquiles; todas se golpeaban el pecho y sentían desfallecer sus miembros. Antíloco también se lamentaba, vertía lágrimas y tenía de las manos a Aquiles, cuyo gran corazón deshacíase en suspiros, por el temor de que se cortase la garganta con el hierro. Dio Aquiles un horrendo gemido; oyóle su veneranda madre, que se hallaba en el fondo del mar, junto al padre anciano, y prorrumpió en sollozos; y cuantas diosas nereidas había en aquellas profundidades, todas se congregaron a su alrededor. Allí estaban Glauce, Talía, Cimódoce, Nesea, Espío, Toe, Halia, la de ojos de novilla, Cimótoe, Actea, Limnorea, Mélite, Yera, Anfítoe, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Dexámene, Anfínome, Calianira, Dóride, Pánope, la célebre Galatea, Nemertes, Apseudes, Calianasa, Clímene, Yanira, Yanasa, Mera, Oritía, Amatía, la de hermosas trenzas, y las restantes nereidas que habitan en el hondo del mar. La blanquecina gruta se llenó de ninfas, y todas se golpeaban el pecho. Y Tetis, dando principio a los lamentos, exclamó:
Oíd, hermanas nereidas, para que sepáis cuántas penas sufre mi corazón. ¡Ay de mí, desgraciada! ¡Ay de mí, madre infeliz de un valiente! Parí a un hijo ilustre, fuerte e insigne entre los héroes, que creció semejante a un árbol; le crié como a una planta en terreno fértil y to mandé a Ilio en las corvas naves para que combatiera con los troyanos; y ya no le recibiré otra vez, porque no volverá a mi casa, a la mansión de Peleo. Mientras vive y ve la luz del sol está angustiado, y no puedo, aunque a él me acerque, llevarle socorro. Iré a ver al hijo querido y me dirá qué pesar le aflige ahora que no interviene en las batallas.